Cuando lanzas una moneda al aire tienes un 50% de probabilidades de que salga tu elección. Es sencillo. Si o No. De echo, éste azar tiene para mí un no sé qué de equilibrio cósmico en su propia naturaleza, que me hace aceptar el resultado con relativa tranquilidad.
Qué nuestro tratamiento de Fecundación in Vitro saliera adelante en el primer ciclo tenía una probabilidad del 50% de éxito. Sin embargo, he descubierto que aceptarlo me ha costado más de lo que hubiera deseado. Creo que la razón es que, como en todo proceso, el tratamiento lo subdividimos mentalmente en hitos y a medida que estos van pasando (y además de forma positiva), tus expectativas de que va a salir bien se empiezan a desdibujar y pierdes tu referencia. Tu corazón no está preparado para aceptar que el NO es tan posible como el Si... y cuando el NO aparece, tu ilusión se resquebraja por la tristeza más infantil que puedes imaginar. Aquella que te repite gritando: no es justo, no es justo, no es justo. Olvidando que de echo, tú ya sabes que la vida es de todo menos justa en muchos momentos. Así que necesitas tus días de duelo para interiorizar lo que te ha ocurrido y cerrar esa etapa para seguir luchando. Gracias a Dios, a medida que tu cuerpo se desintoxica de las hormonas que te administras cada 12 horas, empiezas a poder respirar. Una mañana coges el ordenador y te metes en el foro que antes leías a cada instante, en donde mujeres en tu misma situación comparten su experiencia... y te atreves a decirles que todo ha terminado y felicitas de todo corazón a la chica que le daban el mismo día que a ti el resultado, pero a la que le salió positivo.
Pasas a engrosar la lista de pacientes en espera para su siguiente intento y das la bienvenida a nuevas compañeras que te recuerdan mucho a ti misma hace unas semanas. Es como una maduración acelerada emocional. Has vivido un viaje por primera vez con la inocencia del desconocimiento y ahora tienes que volver a ponerte en el mismo camino con la visión del viejo peregrino.
Pero nadie nunca nos dijo que esto iba a ser fácil. Además debo reconocer que yo soy tozuda, muy tozuda y no abandono jamás un sueño al primer revés a pesar de lo mucho que duela.






